Fin de año, otra vez. Cambio nuevamente; cambio de años, de ideas, de tiempos. Tres semanas vienen pasando desde que me acordé que tenía que escribir la columna de Diciembre y el tema iba a tener que ser, inevitablemente, un cierre. Perdonen si el estilo no es el mismo. Por esta vez quiero salir un poco de mi intento de periodismo simpático y escribir pensando en literatura; en Cortázar y sus rupturas en el tiempo y los narradores, en García Márquez y su realismo mágico; centrarme en la falta de formalidad que suelo tener al escribir para mí misma, cuando no me lee nadie
¿Cuántos cambios vienen acompañando cada año nuevo? Su nombre mismo dice que es nuevo, que está lleno de días para estrenar, para innovar, para completar como un álbum de figuritas con las elecciones que hagamos. Todo se termina reduciendo a eso, ¿no? A nuestras elecciones. Somos lo que elegimos, supongo, y a veces ¡cuánto cuesta elegir! Elegir una universidad, elegir una carrera a la que dedicarse cuando se quiere Ser y Hacer miles de cosas. Parece que el tiempo no alcanza para estudiar Comunicación, Diseño y Letras a la vez. Y tampoco alcanza conformarse con una solución tan simple como “de a una”; yo quiero todas. Problema de esta época supongo; el querer todo a la vez, incluso aunque sea contradictorio. Elegir amigos; “los amigos son hermanos que se eligen” -dicen, pero al final una termina por olvidarse en qué momento efectuó esa elección y si realmente eligió en algún momento, si ya ni siquiera se acuerda concretamente cuándo y cómo fue que pasaron a hacerse indispensables. Elegir un amor…y en cuanto a esto no voy a decir nada por mí misma, me limito a citar a Cortázar en “Rayuela” que supo contarme lo que yo quise expresar antes de darme cuenta incluso: “Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio…” Esas frases que le quedan a una pegadas en el fondo de los ojos y es imposible sacarlas de ahí, porque se van escurriendo despacito hasta instalarse en el alma.
Elecciones conscientes y algunas que hacemos sin darnos cuenta; todo se termina reduciendo a eso. Empieza un nuevo año, año para estrenar lo que ya elegimos y decidir un montón de cosas más, se traduce en seguir viviendo, supongo. Trae complicaciones, trae dudas, pero trae también ese sentimiento tan lindo de saber que la vida misma está, en la medida de lo posible, en las propias manos. Feliz año nuevo.