Permítanme comentar que hoy estoy molesta. No triste ni deprimida al punto de no poder levantarme de la cama, sino todo lo contrario: molesta. Porque creo que es la molestia, la in-quietud, los que nos permite justamente lo que dice la palabra: no estar quietos. No ser apáticos, no pasar por la vida simplemente mirando alrededor sin ver.
¿El motivo de mi molestia? Creo que es bastante abstracto. Surge a partir de ver tendencias que se repiten en nuestra sociedad, en ámbitos tan ¿diferentes? como la política y el fútbol, por poner como ejemplos dos de las cosas en el mundo de las que menos entiendo. Sin embargo, y claramente, no es ni la política ni el fútbol lo que me molesta, sino las actitudes en estos campos que parecen ser tendencias, que parecen estar siempre presentes en nuestro inconsciente colectivo, en nuestra “tradición argentina”. Me refiero, ya sin vueltas, al antagonismo constante que parece ser la moneda de curso en el mercado social actual. Al “estar en contra de” todo el tiempo, a ver a todo aquel que no piensa como yo como un opositor, un adversario, un rival. A la falta de inventiva propia y de creatividad, porque ¿qué puedo construir por mí mismo si mi actividad se basa simplemente en destruir lo que hace el otro?
¿Qué nos pasa como sociedad que no podemos establecer acuerdos ¿Que no podemos admitir que el tan temido “Otro”, a pesar de no pensar como yo, puede tener algo de razón en lo que está diciendo? ¿Por qué tenemos que vivir siempre en una vereda y vivir muertos de miedo por lo que puede haber en la de enfrente? ¿Qué es lo que hace tan repudiable a este “Otro”? ¿Por qué una ideología política, una forma de pensar, nos cierra al diálogo en lugar de abrirnos?
¿No será la libertad de pensar por nosotros mismos los que nos da bastante miedo?
(*) Permítanme también recomendar la canción “El miedo”, de Sancamaleón, linda-linda-linda fuente de la que salió el título de esta nota y gran disparador de ideas.