En estos días cuando la mayoría estamos nuevamente instalados en el ritmo de las actividades cotidianas y las vacaciones son un lindo recuerdo, solemos reencontramos con ciertas promesas que nos hicimos al finalizar el año y tal vez con otras cuestiones que venimos “arrastrando” sin fecha de caducidad. En estas líneas la Lic. en Psicología Beatriz Sak escribe sobre el valor de la palabra y la escucha como recursos para aprovechar sanamente lo que la mente y las emociones nos invitan a repasar.
…y en el continuo devenir de la vida comienza un Nuevo Año.
Me resuenan las palabras “comienzo” y “nuevo”. Entonces amanecen proyectos viejos y despuntan otros, de ahora, de hace un ratito nomás. Las esperanzas se renuevan y se festeja. Muchos viven con la total certidumbre de que todo será posible: “voy a”; “tendré esto o aquello”.
Y así como cuando chicos se empieza un cuaderno nuevo con mucha prolijidad, con buena letra; también ponemos empeño en el año a estrenar.
Claro que al poco tiempo… ay!!!. Una manchita de birome, un borrón y entonces ya pasa a ser Nuestro cuaderno en el que molestan las manchas y borrones, o sea las viejas trabas de siempre… De uno y de los otros, nos angustian los condicionamientos que nos frustran y frenan en la concreción de los ideales (¿de quién?).
¿Qué ocurre? -tendemos a repetir. ¿Qué?…
Actitudes, miedos, fantasmas que no nos permiten crecer. Son la pasta de lo que estamos hechos, nuestra estructura, nuestra muy querida neurosis que insiste, diría Freud.
Y entonces, ¿qué hacer?
La gran respuesta es la pregunta. Porque el empezar a cuestionarse ya es un gran comienzo.
“¿Por qué no puedo estudiar o no me decido qué carrera seguir; por qué me cuesta irme a vivir sola/o, cumplir una rutina para bajar de peso, trabajar en algo que me guste?
¿Por qué nunca termino lo que empiezo? ¿Por qué no encuentro pareja o siempre las elijo iguales? ¿Qué me pasa que no siento deseo de estar con mi pareja o tengo dificultades? ¿Por qué tengo miedo cuando voy al médico, cuando me alejo de casa, cuando viajo, cuando subo en un ascensor?”
Es allí donde -si hay alguien que sabe escuchar- aparece la posibilidad del cambio.
¿Escuchar qué? Palabras. Estamos hechos de palabras, solo hay que deletrearlas y profundizar en lo que nos están diciendo. Palabras recuerdos, palabras sueños, palabras mil veces repetidas, escuchadas, frases nunca cuestionadas que decimos, que nos legaron. Porque son ellas las que nos formaron, las que nos resuenan en la cabeza e impiden ver todo desde otro lugar.
Se trata de colocarse en otra posición para ver diferente, de manera de poder avanzar, crecer, contentarse con lo que uno hace, dice o piensa.
Es posible cortar con la repetición para ser diferentes; mejores. Es posible volver a empezar, pero… de otra manera.
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