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Querido Septiembre…

Hace poco me di cuenta de que este 21 de Septiembre va a ser la última vez que festeje el día del Estudiante estando en el colegio. El 21 es para mí el mejor feriado del año, coincide con el momento en que termina el invierno (a mi juicio, la peor estación) y empieza la primavera, las flores, el sol. Tradicionalmente, y a pesar de que las temperaturas no siempre nos acompañan, con mis amigas salimos en remera “porque ya no es más invierno” a festejar este día que sentimos que tenemos ganado. Porque disfrutamos de la sensación de sabernos estudiantes, de ser jóvenes, de tener proyectos que estamos empezando a cumplir. Y la escuela, a pesar de todas sus contras, es el mejor lugar en el que podemos estar.

Fue en mi colegio donde conocí a las hermanas de alma que ahora tengo y me acompañan en cada paso. Gracias a las materias que tuve encontré mi orientación, y decidí mi futura carrera. Ahí aprendí no sólo Matemática o Historia, sino también a relacionarme con todas esas personas que me rodean cada día en el aula. A conocer a la gente que estuvo conmigo todo este tiempo, a respetar las diferentes formas de pensar, a aceptar que hay miles de puntos de vista y que todos son igualmente válidos. Los valores que obtuve en el colegio son los que creo que van a guiarme para toda la vida, y eso va más allá de lo religioso o lo académico. Siempre fui una de las personas que creen que la escuela puede transmitirte muchos conocimientos, pero ninguno tan importante como el de vivenciar cada día con tus compañeros. Porque ahora, en el último año, todos somos capaces de mantener un debate profundo, de escuchar al otro, de respetarlo y llegar a un acuerdo. Las lecciones de vida que gané junto a mis amigas son únicas, e inolvidables.

Y en todos estos años tomé contacto no sólo con mis compañeros, de los que aprendí  y con quienes compartí infinitas experiencias, sino también con profesores increíbles, con verdaderos maestros de vida. Docentes que se nota que están al frente de una clase porque realmente les apasiona lo que hacen, porque sienten que trabajar con jóvenes no es “una pérdida de tiempo”. Personas que entienden que lo que ellos pueden enseñarnos sobrepasa lo formal y se comprometen a transmitirnos sus creencias, sus valores, sus historias de vida.

Y eso es todo lo que tengo que agradecerle a la escuela: haber sido durante todos estos años un punto de apoyo, un lugar de encuentro y de contención, una pequeña-gran familia de la que hoy me siento parte, y a la que voy a extrañar muchísimo el año que viene.

Feliz día Estudiantes. Feliz día Maestros.