En todo caso 20 años no es nada porque el tiempo se atropella. Y en ese transcurrir impío el presente es un motín de recuerdos.
Lo cierto es que hace 20 años la Selección disputaba su última final del Mundo frente a Alemania y aquel partido tuvo al vecino de titular.
Así, su testimonio es un convite de imágenes y olores de un verano italiano.
Del Paraguay –donde duerme– a Castelar –donde sueña–, sin picar.
A los tres años, su familia se mudó a Castelar Sur. Pedro Antonio, como en una novela, forjó su destino desde una canchita detrás del colegio José Hernández –también conocido como El Rancho– y de allí el primer traspaso “jugaba en el Club Castelar, de hecho soy socio vitalicio. Jugué desde los 6 años hasta que fui a las divisiones inferiores de Boca”, revela.
El jardín de infantes Nº 1 de Castelar y los estudios en el Parroquial de Morón. Breve temporada en Ituzaingó y el posterior bagaje. Si Mirtha se fue a Estambul, Pedro llegó a Fukuoka.
Luego la recalada en River donde compartió equipo y viajes de colado junto a un circunstancial vecino, Claudio Caniggia. “Él subía en Ituzaingó, donde vivía con su tía, yo en Castelar e íbamos en tren hasta Liniers y de ahí tomábamos el 28 al Monumental” y añade nostálgico “era inolvidable, nos colábamos en el tren para ahorrarnos la plata y comer una porción de pizza en el andén de Liniers”.
Su tren ya no llegaba a Castelar solamente. Primero bajó en Verona y más tarde hizo trasbordo en Roma para jugar en Lazio, donde militaba cuando empezó el Mundial.
La Seleccióncayó inesperadamente con Camerún en la presentación –único partido que Troglio no disputó– y confiesa “Bilardo nos encontró jugando al Nintendo con Caniggia y eso le cayó mal. Al día siguiente en la práctica de fútbol no nos puso a ninguno de los dos”.
Pudo redimirse cinco días después (el 13 de junio) ante Rusia en la victoria por2 a0 “mi debut es con un gol de cabeza. Fue un partido bastante sufrido pero se ganó y se tomó coraje”.
Argentina se defendía de Brasil con un cuchillito de madera y Pedro admite “sufrimos como se vio, nos pasaron por arriba. Ni siquiera habiendo perdido partidos por goleada me sentí tan dominado por un equipo pero logramos ganarlo”.
Tras un empate en cero con los yugoslavos había que definir por penales. Era el cuarto de la lista –detrás de Maradona– y ambos no convirtieron “tiré el penal al palo y a partir de ahí dije: se me cierra el mundo pero nos salvó la vida Goyco”.
Otra vez la figura de Sergio Goycochea para cerrarle la puerta en la cara a los italianos –vencidos, incrédulos y anfitriones– y detener el tiempo en una imagen: “salimos corriendo cuando Goyco atajó con suspenso el último penal y explotamos todos”.
Mas el dueño de casa cobraría intereses con usura por tamaño revés. “Durante seis meses nos silbaban a todos los argentinos cuando tocábamos la pelota e incluso no me pagaron un dinero por derechos de imagen argumentando que había gesticulado a la tribuna” declara y aporta “todo fue muy complejo pero estuve tres años más”.
La final fue la misma que en México 1986 pero Alemania ya era una sola. Él describe lo que pudo haber sido “llegamos muy disminuidos frente a un gran equipo, estructurado y se dio un partido trabado, aburrido y con pocas llegadas que se definió con un penal faltando cinco minutos”. Derrota y subcampeonato.
Como una herida sin sutura, sospecha y lamenta “esa sensación de que hubo algo extraño y la bronca que aún dura” pero afirma convencido “hicimos un gran Mundial, no quizá en el juego sí con gente sacrificada con la causa”.
La referencia alude al dudoso penal que cobró el árbitro mexicano –nacido en Uruguay– Edgardo Codesal y no así uno para Argentina. Ovejero que descansa en manto negro.
Aquel fue su último cotejo con la selección aunque distinta hubiese sido la suerte dado que una rotura de ligamentos cruzados truncó su retorno cuando dirigía Daniel Passarella.
Ni con la frente marchita pero a la casa de sus viejos, su vuelta al barrio provocó frenesí en el vecindario y rememora “estuve 2 ó 3 días al retorno del Mundial y la gente no paraba de pasar por casa, salía a cada a rato a saludar. Fue algo inolvidable”.
El año posterior –1991– Pedro compró su primera casa en la calle Italia (en la cuadra del kiosco de Palmira, aporta el cronista y afirma inequívoco el protagonista) y sucesivas mudanzas no desviaron su norte “yo vivo desde los 3 años en Castelar y no lo cambio por nada, los amigos, el club, mi infancia, la adolescencia, los bares. Conozco Castelar de memoria”.
Entre esperanzas y vaticinios respecto ala Copadel Mundo de Sudáfrica –escueto– no duda “vamos a pelear los primeros puestos” y confirma viejos rumores que lo vinculaban como ayudante de Diego Maradona cuando éste asumió “fue hace un año y medio pero ya estaba instalado en Paraguay y con un cuerpo técnico conformado”.
La conversa se extingue. Al suspiro lo preceden recuerdos. El equipaje aguarda ansioso el retorno –ya darán cuenta los diarios–. La tripulación ignora que un deseo está más cerca.
Troglio Básico
Luján 1965.
Debutó en River en 1983 y permaneció hasta 1988. Ganó la única Copa Intercontinental que posee el club en 1986, además dela Copa Libertadores.
Su periplo italiano duró seis años (88/94) donde jugó en Verona, Lazio y Ascoli.
Posteriormente defendió al Avispa Fukuoka de Japón en tres temporadas.
De retorno al país vistió la casaca de Gimnasia deLa Plata, donde es sumamente querido, durante un lustro y se retiró en Villa Dálmine de Campana.
En la Selección jugó 21 partidos y los dos goles convertidos fueron a Rusia (el anterior en un amistoso).
Como DT se inició en Godoy Cruz de Mendoza (2º división), Gimnasia La Plata, Independiente y Cerro Porteño de Paraguay, allí fue campeón el año pasado.