Carolina y Hernán estaban de novios. El caballero estudiaba Veterinaria; la dama Cocina y cuenta la leyenda que a ella cada ensayo de tortas le salía tan rico que la familia no solo se dedicó a servirse un poco más sino que los apoyó mucho para que se le animaran al local propio.
Con diseño del hermano arquitecto que los supo interpretar y las ganas focalizadas en ofrecer “lo mismo que elegimos compartir con nuestra gente querida” en Noviembre del 2000 nació Clementina.
Caro tomaba clases de Pastelería con Susana dela Sota, gracias a quien profundizó en los secretos de la cocina francesa. Y fue en un libro de ese país donde descubrió la fruta anaranjada oriunda de la isla de Córcega cruza entre naranja amarga y mandarina que le daría el nombre al local de Carlos Casares, hoy reconocido por el barrio y sus alrededores como el ideal para “darse el gusto”.
Desde entonces ofrecen variantes fuera de lo común que al principio costaron un poquito y luego fueron aceptadas. Y también se van adaptando a lo que sus fanáticos clientes prefieren. Hoy conviven en armonía los mousses de pera, el maracuyá, la de frutos rojos y la torta de Ferrero Rocher con las tartas con mucho dulce de leche, las nuevas frolitas de membrillo o batata, las de ricotta, los brownies y los budincitos para la mateada.
Cuando la cocina quedó chiquita se ampliaron hacia el costado. Incorporaron empleados a los que sienten equipo; se subieron a Facebook para proponer concursos “riquísimos” y siguen soñando a futuro. Ese futuro que esperará un poquito más para hacer realidad el espacio donde servir un café exquisito acompañado de sus delicias. Ese futuro que por ahora los tiene enfocados en otro nacimiento; el del bebé que en este Junio hará festejar a Hernán su primer día del Padre.
FELICIDADES FAMILIA CLEMENTINA!